sábado, 24 de noviembre de 2018

EL SOBREVIVIENTE

   Tito sobrevive otro día a la aburrida jornada de clases.
   El timbre de la última hora sonará pronto. Sin embargo, si se es creativo, todavía es posible hacer algo provechoso estos pocos minutos.
   Basta un guiño a Lu y Ma para que todo esté planteado. No hacen falta preámbulos.
   Los tres agarran de la chaqueta al maestro de Lengua y, cuando su cuerpo escuálido yace en el piso, animados por el júbilo colectivo, lo estiran. Lu y Ma por los brazos; Tito, quien es el más fuerte, por los dos pies. El infeliz aúlla.

   —¡Cállate, cabrón! Que todo lo que digas puede ser usado en tu contra ante la Defensoría del Menor.

   El pobre diablo lanza sendas amenazas, a pesar de las advertencias; lo que naturalmente enardece a los jóvenes cuerpos que sacuden al monigote por los aires.
   Por fin suena el timbre. Tito da una señal; Lu y Ma dejan esa basura humana sobre el piso, junto al escritorio de pino y bajo el falso techo.
   Los estudiantes recogen sus pertenencias y salen precipitados a la libertad.


   Más tarde, la mujer del maestro de Lengua arde en cólera. Ha llegado no solo desaliñado, sino con una evidente rajadura en la chaqueta.
   Como es natural, esa noche tampoco obtendrá ningún tipo de favor. Pero no todo es malo, pues compartirá una vista deslumbrante de la luna con Teodoro Manrique, el pequeño schnauzer blanco.

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