“Salvo el pedido de algún otro color, cultivó el mutismo… hasta la
tarde del último día de su vida, en que se levantó de la cama, fue lentamente
hasta la puerta del cuarto de servicio y anunció a Sethe y a Denver la lección
que había aprendido en sesenta años de esclavitud y diez de libertad: en el
mundo no había mala suerte sino blancos.”
Toni Morrison - Beloved
Tengo cierta reticencia
por las historias de fantasmas. Pero decir que la novela Beloved de Toni Morrison es únicamente eso, sería pensar que la
función privativa del sol es ser la bombilla del mundo.
Llegué a ella por un libro que
todavía no he leído, con un título intrigante como todo el universo Bolaño: Consejos de un discípulo de Morrison a un
fanático de Joyce. Perdido en los extraños caminos de la literatura, entre
enlaces de Jim Morrison que aparecían en el buscador de internet, descubrí a
Toni.
Intenté conseguir sus libros, no me
conformé con entrevistas, reseñas y análisis de la web. Me llamaba el viaje de
su literatura. No por el premio Nobel, ni por el Pulitzer, sino por la idea de
una obra que germina en el asidero de una verdadera conquista.
Después de varios años, brilló la
estantería de una concurrida librería.
Beloved significa amada y está
ambientada en el último cuarto del siglo XIX, en el lejano Ohio. La situación
inicial es enigmática: el 124 de Bluestone Road sufre de un maleficio. Los cristales
se rompen, las ollas de garbanzo se voltean y sobre el pastel aparecen dos
huellas de manos diminutas. La casa está habitada por Sethe, esclava cimarrona,
y su hija Denver. Antes también vivió ahí Baby Suggs, la suegra de Sethe, que
recibía con los brazos abiertos a cuantos llegaran en busca de ayuda, y los
hermanos mayores de Denver.
En la línea temporal de la
historia se suceden una serie de retrospecciones que armarán el enorme puzzle. Por
qué Baby Suggs dejó de presidir la danza colectiva en el claro y no volvió a
predicar La Palabra, para terminar
recluyéndose en una habitación hasta el final de sus días, con la sola tarea de
sustraerse en los colores. Por qué Sethe pagó una condena en prisión, con la
todavía pequeña Denver. Por qué Howard y Buglar deambulaban temblorosos sin
soltarse las manos y así huyeron del 124 para siempre.
Cada actante arrastra una
historia desgarradora. Así, el trotamundos Paul D, considerado el último de los
hombres de Sweet Home (propiedad feudal donde Sethe conoció a Halle, el padre
de sus hijos, y que durante mucho tiempo fue un oasis en el desierto de la
opresión), de quien se va reconstruyendo el milagro de la supervivencia que
debe mucho a la suerte, entre mordazas de estaño y Alfred, Georgia, un campo de
concentración para esclavos. El mismo que decidió detenerse junto a Sethe, besó
el árbol de su espalda cicatrizada y la amó. Paul D logra espantar momentáneamente al
fantasma, que luego regresa encarnado en la adolescente que habría sido Beloved, la
hija menor de Sethe. Nombre improvisado sobre una lápida.
En el pasado de Baby Suggs, del
anciano Stamp, de Paúl D y de personajes memorables, que solo viven en el marco
de la analepsis, como Sixo, se van tejiendo las razones por las que Sethe
decide asesinar a sus hijos (en uno de los episodios más conmovedores, cuando
han llegado los blancos a sitiar el 124 en busca de la fugitiva). La
Sethe-madre, que apenas conoció a la suya entre los sembríos de algodón, enarbola en su memoria el futuro aciago del
que todavía puede librarles.
Beloved es el fantasma de la
estupidez humana, de tiempos en los que se discutía la existencia del alma de
los negros. Sin embargo, no es una novela histórica, ningún personaje de la
enciclopedia y ningún suceso en los libros de historia puede ser tan
desgarrador, porque todos ellos son sombras del referente, su objeto es
inaprehensible. Por el contrario, en la literatura hallamos, como dice Umberto
Eco en sus confesiones, objetos semióticos que cuando están “bien construidos
se convierten en ejemplos supremos de la <<verdadera>> condición
humana.”(1)
Por lo que leer Beloved no
implica reconstruir una etapa de la humanidad, sino vivir algo que sin duda es
un apéndice de esa etapa que ha superado las fronteras del tiempo, pero de una
manera afortunada, desde la estética de la escritora Toni Morrison, desde su
orgullo de afrodescendiente, desde su condición íntima de negra que conquistó
las cátedras norteamericanas y, por supuesto, desde otra filosofía social que
cuestiona los derechos humanos mientras justifica la pena de muerte.
Muy lejos de cualquier resquicio
de literatura comprometida, o de comprometida literatura comprometida, Beloved
es un libro del que se puede sacar valiosas enseñanzas. Sin proponérselo
inauguró en mí una nueva forma de postura moral que me gustaría, sin tener la capacidad
de hacerlo, compartir con el mundo y me hace pensar que si acaso todos los
hombres y mujeres del mundo lo leyeran, el sol dejaría de ser mi madrugada, mi
fuente de energía, mi equilibrio gravitacional y se convertiría en el astro
donde todos nos fundiríamos.
(1) Eco,
U. (2011). Confesiones de un joven novelista. (Primera edición). Barcelona:
Random House Mondadori, S. A.