miércoles, 25 de mayo de 2016

ENCUENTRO MILAGROSO

**

-¿No me reconoces?

La mujer permaneció en silencio, traspasando con la memoria aquellos ojos rasgados, aquella piel grisácea, rostro ovalado y dientes afilados. 

-Soy tu compañero de la secundaria, solíamos trabajar juntos en los talleres de biología.

De pronto se corrió un velo. El pequeño rechoncho de la voz gangosa. 

-¿Martín?

-Miguel. Te reconocí de inmediato. Sigues siendo una mujer elegante. 

Ella sonrió, sin querer hacerlo. No había dudas. Ahora aquellos episodios incómodos que había olvidado, tomaron vida. El muchacho que la ayudaba en los talleres de estudio, tenía rostro.

-¿Qué es de tu vida? ¿Te habrás casado?

-Sí, me casé. Con Eduardo. Eduardo Valenzuela.

-¡Vaya! ¡Quién lo podía imaginar!

-Pero lamentablemente murió hace dos años.

Habían recorrido la mayor parte del trayecto del boulevard. Hacía calor. Se sentía sofocada y desató su pañuelo mientras contemplaba al hombrecillo que iba junto a ella.

-¡Cuánto lo lamento! Era un buen chico. Lo recuerdo en los partidos del curso.

-Siempre odió esos partidos.

-¡Quién lo creería!

-Su problema empeoró. Las dos piernas le dejaron de funcionar.

Las hojas que se habían desprendido de los arrayanes crujían en el empedrado.

-Una vez me contó que tenía algo. Después de la graduación nunca más los volví a ver. ¡Qué lamentable!

-Tuvimos dos hijos y me dejó sola.

-Debió ser duro. Pero hay que tener fe.

Se detuvieron en la esquina. El hombre miró hacia ambos lados. Ella esperaba, de alguna manera, despedirse. Sobre su cabeza, un viejo recuerdo se conectó con toda su vida y fue a acampar bajo la nube negra de su presente. Él sonrió condescendiente.

-No ha sido fácil, nada ha sido fácil. Precisamente ahora vengo de una entrevista de trabajo. María tiene tres años y Juan José, el mayor, pronto irá a la escuela.

-Así es la vida. Sé que él debió ser un padre responsable, un gran esposo. No queda más que ponerse en manos del todopoderoso.

-Busco cualquier trabajo. Lo que sea.

Se miraron petrificados. Luego contempló el césped crecido que brillaba como trigo, después miró la punta descolorida de sus zapatos.

**

Ella guardó el dinero y se ajustó el pañuelo. Él se alejó apresurado, apretando bajo su brazo las biblias. Cuando vio a un caballero bajo otro árbol, decidió intentarlo por cuarta vez.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

DE CUANDO TODOMEO SABOREÓ EL PODER

       Tomaría una novela explicar cómo llegó Todomeo a ocupar el trono de la nación. Por ahora, basta decir que lo acompañó la ...