La madrugada del 20 de marzo del 3025, el androide Perk-Ho elaboraba un infinitesimal ejercicio de hipernovilismo. El quinto de toda la noche. El trabajo era sencillo porque Perk-Ho no conocía la impaciencia. Lo que implicaba esfuerzo era ajustar las coordenadas después de extraer el agujero orbital del empaque, reajustar de manera precisa el emulador de presión y presionar la lámina de litio.
De pronto entró alguien. Hizo la señal fática y procedió a limpiar los residuos del piso. En todo ese tiempo Perk-Ho no dejó de trabajar. Con la cantidad acreditada en cada variación podía comprar tiempo para dedicarlo al hipernovilismo que compraba tiempo para dedicarlo al hipernovilismo que compraba tiempo para dedicarlo al hipernovilismo. También podía acreditar a Sam.
Sam extraía las cenizas y motas con un evaporador de protones y succionaba el humo con un succionador estándar MG-5. Sam utilizaba sus créditos para comprar tiempo, que se condensaba en alimentos, medicinas, vestidos y una educación para los pequeños Tim, Tomas y Vic.
De pronto el hombre miró a la máquina, ajustada en su pedestal; después miró por el ojo de buey de la capsula los cinco mil soles de la galaxia 1157G.
- Perk-Ho – su voz vaciló.
El androide, por primera vez, se detuvo, en la fusión 17899.003. Miró a Sam que sostenía la boquilla del evaporador. Después de una centésima de segundo, reanudó su tarea al no identificar un cambio considerable de fluctuación orgánica.
- Androide Perk-Ho – Una pregunta fundamental flotó en el océano de su memoria, una pregunta que respondieron los antiguos hombres. Pero no se atrevió a hacerla. Quizá hubiera eclipsado la mayor hipernova, renovando tiempos primigenios.
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