martes, 5 de enero de 2016

EL MISTERIOSO VOCABLO ΞΙ

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La Ξ amaba a la Ι y juntos formaban una palabra muy usada. Eran casi una sola letra. Es decir, que su conjunción parecía intrínseca y se usaba para denominar un amplio conjunto semántico. Alguna vez ΞΙ fue raíz de un idioma completo. Como aquella raíz, entendida a modo de la palabra primitiva de los griegos, jamás hubo locución más vegetal. Se denominó ΞΙ a la vida, lo que generó extensas discusiones, donde por lo general triunfaba la teoría de que primero fue el verbo (vivir), e incluso hubo sabios que consideraron que era una onomatopeya del viento, por lo cual era indisociable la nominalización verbal. 
Mucho antes de la hegemonía del latín, la palabra ΞΙ (sy) había añadido un acento ortográfico, probablemente el primer acento consonante de la historia. ŝy era raíz de aventura, de ventaja, de vena, de víscera; palabras a todas luces grávidas. 
Sobrevivió felizmente la Caída del Constantinopla y se dice que el rey otomano Mehmed II, utilizaba el término ŝy (سمكي) para designar un ritual de purificación. El vocablo excedió a la vida y, con ello, parecía garantizar su permanencia entre los arquetipos más beneficiados. 
No se puede afirmar que jamás se conjugó la Ξ con la α, que la Ι no se consonantizó en los prostíbulos de Kütahya. Sin embargo, el ŝy configuraba, como por obra de arte, una singularización, una exclusión de otros grafemas, e incluso de otras homófonas, e incluso de otros significantes.


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Ocurrió de forma inevitable, pero muy alejado de cómo lo cuentan los etimólogos. Un día un individuo, descendiente de un herrero japonés, al pronunciar el mítico ŝy, se cuestionó, no solo su alcance, sino que apareció ante sus ojos, como una mujer desnuda, una imponente discordancia entre fondo y forma. 
<<El ŝy no es un pez y una mano, no es el océano y la tierra, no es un paisaje, no calza en las constelaciones conocidas, no nombra a un niño, no es la poderosa nada.>> 
Decidió con empeño borrarlo. Sus hijos nunca supieron pronunciarlo.


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Esta noche, entre la paleta de lo absurdo y de lo real, lo he inventado, lo he resucitado.

lunes, 4 de enero de 2016

EL GUERRERO

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Sabía dónde encontrar a Tameski, donde tantas veces bebió de mi sangre. Pero esta vez fui armado con un sable de uranio forjado por el mismísimo maestro de Onii. Para ganarlo crucé toda la cordillera de Mok, vencí a los soldados del rey Piomir y maté a la doncella vaporosa. Era la única forma de enfrentarme con Tameski. 

Ahora lo vislumbro con sus veintidós alas reposando sobre la roca legendaria de Pitro, con sus cien cabezas feroces de felino, esperándome, con su lomo poblado de escarcha y su bramido de mil toros, con sus tentáculos solares que succionan las vísceras.

-Lamento haber tardado.

-Veo que traes contigo el veneno que me liberará. Adelante, fiel Marcou.

El arco de la espada refleja sus ojos de caverna y un grito emerge de su núcleo, el grito que hace desprender a las montañas.

Su carne se calienta bajo el sol. Sabe a esencia de mango, a pimienta, a anguila, a aguardiente, a menta, a huevos descompuestos, a pelo de mapache, al río Piomir en la desembocadura del Ñaar, a mercado callejero de Irch, a aleación de hierro y titanio, a bosque encantado, a la axila de Támar.




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Alguien irrumpe en el dormitorio de Marcou, cuando por fin se ha anudado la corbata. Cada movimiento de su rostro es una estrategia táctica. Lo toman de la mano y quizá, al final del largo corredor, lo espera la última batalla.

DE CUANDO TODOMEO SABOREÓ EL PODER

       Tomaría una novela explicar cómo llegó Todomeo a ocupar el trono de la nación. Por ahora, basta decir que lo acompañó la ...