-¿Qué debemos hacer para liberarnos?
-Estoy seguro que no hay posibilidad de hacerlo.
-¿Y el amor?
-El amor no liberó a Gregorio Samsa de su destino.
-¿Entonces, existe el destino?
-Todos estamos condenados a la muerte.
-¿Y que hay con el arte, acaso Kafka es efímero?
-Kafka ya no es Kafka, es un nombre lleno de especulaciones.
Su obra está en la imaginación del lector.
Kafka es tan famoso e influyente como Jack el Destripador.
Kafka vale lo mismo que la niña de Dikika.
Solo las condiciones de su defunción, conservaron a la niña.
Solo el hecho de que Kafka no nació en el año de su defunción, condicionó su fama póstuma. Solo la manzana que comió a los cinco años, solo el diente que se cayó, solo la textura de su mano.
-¿Y su talento, sus largas noches de insomnio, su oficina llena de manuscritos?
-Acaso tú no ameritas ser reconocido por ser el hombre más obstinado, el que cocina la mejor pasta, el que más resentimiento guarda hacia sus padres. No son valiosas las nanas que a las dos de la mañana cantas a tu hijo y que tienen un registro particular. En otro lugar, en otro tiempo, bajo un cielo apocalíptico, una multitud corearía tu nombre.
-Eres un iconoclasta. Pienso que los héroes son héroes porque se esforzaron, le pusieron pasión, aprovecharon su talento.
-Si sigues diciendo peroratas, le contaré al lector tu secreto. Le diré que violas ancianas a la salida de la iglesia. Que preferirías violar mujeres más jóvenes, pero que a las ancianas, las pocas que logran denunciarte, nadie les cree.
-Pero eso no es cierto.
-Exacto.
-No comprendo.
-Si yo viviera en la época de Kafka, yo hubiera matado al maldito. Lo hubiera liberado de la condena, de la frivolidad, del porvenir. Lo hubiera sorprendido a la salida del trabajo y le hubiera apretado el cuello, hasta que su cuerpo escuálido quedara inmóvil en la calzada, en una calle silenciosa de Praga. Lo habría salvado de ti y de mí, del estúpido lector que se envanece con su nombre, del viejo maestro que arruina la juventud de sus alumnos con aquellos mamotretos, del poeta ruin que lo cita en sus putos versos.
No me mires así.
Creo que estos días no han sido buenos.
-Mejor, levántate. Ya se ven los primeros rayos de sol, pronto se escribirá el punto final.