martes, 23 de octubre de 2018

SEGUIR PASOS

    Nos conocimos durante aquella crisis económica que hizo migrar a más de dos millones de compatriotas. Yo vendía viejos mamotretos de la biblioteca paterna en una franela tendida en la plaza de Santo Domingo. Él se dedicaba a seguir pasos. 


          A veces, solía quedarse largo rato leyendo mi mercadería. 

    ―Ese es un ejemplar de los Diálogos Socráticos impreso en España antes de la Guerra Civil y con tapa de cuero. 

            Jamás compró nada, pero aprendió algunos datos de filosofía que solía repetir como un autómata; rumió la obra de Séneca, de Homero y tantos otros nombres que admiraba mi viejo. 

       A veces venía a la hora de la comida y compartíamos un plato de papas con cuero que comía con cierto refinamiento extraño en un vago de su tipo. 

            No solo era extrañamente refinado, Bolívar Cantos siempre vestía impecable. Ahora me sorprende recordar que llevaba los zapatos relucientes; sin embargo, había en él cierta dosis de abandono indefinible. 

            Un día me dijo: 

         ―He seguido a muchas gentes. Ayer mismo, seguí a una morena preciosa que cogió un bús hasta la estación de la Flota Imbabura y de allí se subió en un interprovincial rumbo a Guayaquil. Nunca más la he de volveré a ver ―había, en su forma de contar las cosas, algo similar a la tristeza. 

         Parecía ser un filósofo de acera; muy distinto a esos otros que pregonan el reino eterno o que hablan sobre el absurdo de la existencia. 

           Otro día me dijo: 

        ―Hoy seguí un perro; me gustaba mucho. Era sucio y pura mota. Olfateaba todo a su paso. Un hombre lo pateó en la Marín y el perro corrió hacia el Panecillo; no dejó de correr y, después de varios minutos, ya no lo vi ―se secaba la frente y ventilaba su chaqueta. 

      Lo detestable en Bolívar Cantos eran sus evidentes contradicciones. Leía a Marx y hablaba con cierto deje idiota, coloquial y pronunciando mal las palabras; era francamente apuesto y las mujeres lo rechazaban; pero su mayor conflicto se me develaría el último día. 

         Era de esos mediodías intensos donde solo da ganas de llorar para refrescar el rostro de tanta plaza desierta. Llegó como siempre, de soslayo, mirando todo menos el camino. Pisó una esquina de la franela y tomó el último volumen de Las mil y una noches

            Finalmente habló: 

        ―Seguí a un peladito; hermoso, de largas piernas y pelo desordenado. Entró en una tienda y cuando lo perdí de vista, se murió. Tú, en cambio, siempre estás vivo. 

       A los pocos días, avalanchas de gente se volcaron al centro de la ciudad. Cerraron la plaza y perdí casi toda mi mercadería. 

        Fui apresado y, cuando me soltaron, nunca más regresé. 



           Después de aquel suceso, he visto a Bolívar ocasionalmente; a veces lo entrevistan en la televisión, habla con vehemencia de criminalística, de huellas dactilares y desaparecidos; a veces también habla, aunque esta vez más bien con indiferencia, de política exterior y medidas económicas.

lunes, 22 de octubre de 2018

EL CERDO


    —Deberías agradecer que no te hundo —dijo el Cerdo mientras hacía tintinear todo el oro de su cuello. La Institución te brindó una oportunidad y vos no supiste aprovechar. Acá tengo las pruebas. Estoy seguro que te darán por lo menos cinco años —continuó mientras chocaba el enchapado de su zapato contra el mármol impoluto de la Administración. Se ha seguido el debido proceso. Eres todavía joven; hazle un favor a la Institución y háztelo vos mismo —aconsejó detrás de sus anteojos dorados, hurgándose la nariz con su dedo repleto de anillos. Yo tengo autoridad para joderte. Puedo hacerte mierda en un plisplás —explicó, frotando las posaderas contra su trono. Entonces vos decides, firmas o ahora mismo conjuro con mi pluma a la Justicia —sentenció el Cerdo. Yo no me ando con tonterías; averigua quién fue Sir Tomatón Bruchlonclown Mamón y sabrás cómo fui formado —aclaró con movimientos plácidos; masturbándose la lengua, el dedo, la espalda (y hasta el alma) con sus palabras. Cuento hasta cinco; si no agarras el bolígrafo, sabrás lo que es bueno. Muy bien. Por fin tomaste conciencia, por fin te llega el entendimiento —dijo satisfecho, tomando la hoja y colocándola sobre el legajo.

      Santo Cerdo, apenas sonriente, completamente mítico. Todavía te veo desde mi acolchado sepulcro: detrás del marco de la ventana, eclipsando el día.

domingo, 21 de octubre de 2018

AVES DE PESO

GUION 


Título: AVES DE PESO 

Tiempo: 2 minutos 45 segundos

Tema: La influencia de un individuo en su contexto 

Hipótesis: ¿Puede un individuo influir en su contexto? 

Premisa: Un individuo influye en su contexto. 


Personaje: Manu, el curioso. No es listo, pero es decidido. No presta atención a las críticas de los demás. No es constante. No es apasionado, pero va directo al grano. 

Historia: Un individuo, Manu el curioso, entra por primera vez a un gimnasio para descubrir el funcionamiento de las máquinas. Dos deportistas se divierten con su torpe actitud. Esta relación de extrañeza y burla frente a Manu, hace que inicien una interacción. Un día, Manu no regresa a la hora de siempre, lo que descoloca a los deportistas que lo echan de menos. Manu, por su lado, ha decidido aprender otra disciplina.




“AVES DE PESO” 

ESC. 1. INT. DÍA. GIMNASIO 

El salón es un gimnasio común. Dos hombres, X (40) y Y (45), se ejercitan, cada quien por su lado. X, parado a la izquierda, utiliza con precisión y esfuerzo una mancuernilla. Y ejercita su pecho en una presa. MANU (30), un hombre escuálido y soso, ingresa al establecimiento. Deja su toalla en una banca. Examina las máquinas. Se sienta y toma con torpeza una mancuerna. X y Y apenas lo ven. 

ESC. 2. INT. DÍA. GIMNASIO 

Un reloj en la pared del gimnasio marca las diez. X se ejercita con una barra de gran peso y realiza mucho esfuerzo. Y está en la banca, utiliza una mancuerna para trabajar sus bíceps. Manu ingresa al establecimiento. Deja su toalla en la banca. X sonríe y mira con complicidad a Y, éste responde de la misma manera. Manu toma la mancuerna con dificultad. 

ESC. 3. INT. DÍA. GIMNASIO 

X está acostado en la banca, haciendo pecho con la barra. Y está en la cabecera ayudando a X con el ejercicio. Manu entra en el establecimiento, deja la toalla en la banca, toma con dificultad la mancuerna. X deja el ejercicio y se incorpora en la banca, sonríe. Y camina unos pasos y se acomoda junto a X con expresión burlona. X codea a Y y sonríen. 

ESC. 4. INT. DÍA. GIMNASIO 

El reloj del salón marca las once. X deja unas mancuernas en el piso y se pasea de un lado a otro. Y está sentado en la presa, mira a la banca donde Manu solía dejar la toalla. X se sienta en el piso, inclina la cabeza. Y se incorpora, mira a X y se sienta junto a Y. Y consuela a X. Y toma una de las barras e imita a Manu en su torpeza al usarlas. X se sonríe. 

ESC. 1. INT. DÍA. SALA DE AJEDREZ 

La sala de ajedrez tiene cuatro mesas con sus respectivos tableros. Dos muchachas están en una de ella, concentradas en una partida. A mueve un caballo y mira desafiante a B. B se muerde un labio y mueve una torre. Manu, un hombre escuálido y soso, ocupa la mesa vacía de junto. Saca su reloj y lo coloca junto al tablero. Saca las fichas y las observa con curiosidad. Toma un caballo y lo hace pasear de forma ridícula por el tablero. A mira a Manu de soslayo. B sonríe.








DE CUANDO TODOMEO SABOREÓ EL PODER

       Tomaría una novela explicar cómo llegó Todomeo a ocupar el trono de la nación. Por ahora, basta decir que lo acompañó la ...