sábado, 15 de abril de 2017

COMO UN SOL II

estás detrás de una puerta

tus ojos brillan

tu piel da calor

tu voz traspasa el jolgorio

eres el sol que duerme

tu susurro anuncia un beso perdido

sobrevivirás otra vez al diluvio

buscando la redención

en estos versos

como en un nuevo día

miércoles, 29 de marzo de 2017

COMO UN SOL

si mis arterias se descomponen

y en mi cráneo habitan arañas

todo se consuma en el olvido

excepto este ir y venir del llanto


acaso me perpetúe en un dolor ciego


como un sol

lunes, 27 de marzo de 2017

LA IMPORTANCIA DE ENSEÑAR LENGUA

Cuando los antiguos seres humanos descubrieron que podían utilizar la naturaleza a su favor (y no me refiero a que los frutos nutritivos estaban al alcance de su mano, sino a las piedras y varillas de bambú que usaron para alcanzar los que estaban en las copas de los árboles), germinó la primera manifestación cultural. En esa tarea intensa de culturizarlo todo, el lenguaje se convierte en la herramienta esencial para darle un sentido a cada uno de los entes del cosmos. Un significante, por más primitivo, intenta aprehender a través de su representación mental a la cosa (incluso para discriminar la piedra de la varilla, se debió adaptar el aparato fonador en función de un complejo sistema de relaciones psico-sensoriales). La enseñanza del lenguaje es el motor y tarea primordial del núcleo social. Un niño aprende por imitación la relación tríadica de significado-significante-objeto. Por lo cual, la enseñanza-aprendizaje de la lengua es primordial (un problema cognitivo no es más que algún tipo de dificultad para decodificar). 

Una lengua, como organismo vivo de culturización, está determinada por su praxis (el habla): se aprende en la interacción, pero desborda su vitalidad a la necesidad de marcar los límites en su retroalimentación (la función metalingüística), para de esa manera garantizar un modelo, una estandarización. De ahí deriva la importancia de la escolarización: marcar el paradigma. Porque solo a través de la norma se garantiza la supervivencia del idioma. Ya los antiguos romanos lo supieron, cuando del ya en desuso latín, derivaron decenas de idiomas nuevos. Entonces la enseñanza formal del lenguaje conserva la estandarización, que es el eje transversal del dialecto y de todas las variedades lingüísticas.

Por otro lado, la enseñanza formal de la lengua debe garantizar el perfeccionamiento de esta herramienta de cultura y culturización. A través de la academia se considerará los distintos usos del acomodamiento, de las teorías y prácticas de comunicación efectiva, de contextualización y pertinencia. El estudiante necesita enriquecer su arsenal comunicativo y distinguir los variados niveles del lenguaje y la adquisición del dominio de un vocabulario amplio que mejorará su nivel de interacción social, puesto que en este escenario, donde la vida de las ideas (como hizo referencia Jakobson) solo se da a través de la vida de las palabras, cualquier otro tipo de comunicación humana está subordinado al uso de la misma.

Este proceso de ampliación de la competencia lingüística (dominio de la herramienta comunicativa por excelencia) a través de la educación formal, se hace hoy en día mucho más necesaria a causa de la velocidad de la información en la era digital que, al contrario de simplificar el universo cognitivo, lo multiplica y genera fenómenos pintorescos. Por un lado, se cree que el lenguaje pierde muchas de sus funciones secundarias de comunicación y se simplifica, trasladando el habla a un contexto escrito inmediato, como el chat. Por ello, la educación formal debe brindar estrategias de lectura. La compresión del signo lingüístico es el punto de partida para entender el universo.

Finalmente, se debe resaltar que la enseñanza formal de la lengua conlleva la enseñanza formal de la cultura. La cosmovisión de un pueblo solo se hace tangible a partir del uso de esta herramienta. Es por ello que cuando se aprende una lengua se aprehende sus mitos, su concepción de la vida y de la muerte, su relación con la naturaleza y con su complejo universo interno. Es decir, que el objetivo último de la enseñanza formal de la lengua es la transmisión de la cultura vida, la culturización del individuo.

jueves, 23 de febrero de 2017

TÍMBALO


   Debí imaginar lo que se espera cuando un autobús destartalado sigue los 250 kilómetros de la línea herrumbrosa de un ferrocarril. Un caos de yuyos, plátanos y papas. Las mazorcas se pudrían en sus tallos como si los habitantes se alimentaran de aire. En la estación Mizo, un oasis de tres villas, abordó un número desproporcionado de personas quienes a pesar de los asientos libres, preferían viajar de pie, encaramados sobre la máquina o colgados en la ventana. De pronto, sin más, se arrojaban al vacío para perderse en la selva.



   Una mujer morena se sentó junto a mí. Era atractiva, de senos macizos y labios carnosos. Me clavó sus ojos como una súplica. Respondí con una sonrisa que ella eludió mientras se acariciaba el cabello crespo y cruzaba sus largas piernas. La verdad, no tenía muchas ganas de ligar, pero me pareció que una conversación para esas horas, estaría muy bien.

   —Hola

   Se limitó a mirar por la ventana como esas típicas chicas que disfrutan haciéndose las difíciles. Eso me animó más.

   —¿Cómo te llamas?

   —¿Para qué quieres saberlo? —Lo dijo con la voz más aguda del mundo, como el chillido de una cigarra.

   —Soy Jhon, viajo desde Tuba.

   No respondió, se limitó a sonreír y a acomodarse los senos dentro del escote.

   —Es un viaje largo —dije.

   De pronto se paró exaltada y atravesó con torpeza el pasillo atiborrado de gente. Decía algo que no pude comprender.

   Me quedé atónito cuando se hizo un barullo que creció hasta que parecía reventar las ventanas del autobús.

   —¡Es un pervertido!

   —¡Cómo se atreve!

   Hice lo que algunos animalillos que al presentir peligro se enrollan sobre sí. Luego creí sentir una lluvia de manos agitándose sobre mi espalda, hasta que poco a poco se hizo la calma, como si todos los pasajeros se hubieran dormido.

   La línea se detuvo en un viejo restaurante en la penúltima estación, la de Tímbalo. Recordaba intacto el sitio de mi niñez, desde cuando hice ese trayecto con mi padre.

   La matrona que lo regentaba parecía de cera, se asemejaba a una escultura inmutable y era apenas perceptible el movimiento de sus labios para gritar los pedidos a una tropa de comadrejas que servía a los comensales bocadillos pastosos y olorosos a comino.

   No estaba mal. Sabía a maíz molido y carne. Esa mescolanza de especias fortaleció mi voluntad de continuar con el trayecto, además me llevó a una zona de somnolencia donde por un instante temí hundirme. Imaginé que no acudía al llamado del viejo, quien se quedaba esperándome en su lecho de muerte.

   Un zumbido como de un ejército de abejas atravesaba el salón, era el ruido que producía la gente al masticar, al murmurar un dialecto desconocido, eran los estómagos y las cucharas, los pasos de la morena que se paró junto a mi mesa y se sentó.

   La humedad de la región había labrado una capa brillante sobre su piel, sus labios y pezones traslucían en un puchero obsceno. Me miró como se mira un pote de refrescante fruta.

   No hace falta describir mi nivel de confusión cuando estiró su mano y atrapó la mía como a un pequeño ratón. No tenía palabras, solo después de varios siglos de zumbidos galácticos salió un sonido de mi boca que no se parecía a mi voz.

   —¿Qué es lo que quiere?

   —No quiero nada —dijo con su voz de cigarra mientras tomaba al ratón y lo llevaba hacia sus pechos. Era como tocar una nube, mis dedos se hundían en una materia helada y volátil. Sus pezones besaban la palma de mi mano como una cría que busca amamantarse.

   —De acuerdo, no quiero problemas, solo quiero llegar a Bigú —pero esa voz, que no era la mía, no sonó convincente.

   Seguramente por eso, o por una trampa de la vida que besa la muerte, ella se puso de pie y me arrojó una bofetada, tan fuerte que tardé en sentirla. Luego emitió un chillido que atravesó el zumbido general y lo hizo añicos.

   Todas esas miradas cargaron sobre mí su odio.

   —Señor Conde, ¿está buenito? —dijo uno de esos seres anónimos.

   —¡Sinvergüenza! ¡Cómo se atreve!

   Intenté defenderme, pero mis razonamientos eran absurdos. 

   —Es solo un anciano indefenso —dijo otro mientras llevaba a la morena hacia una de las sillas. Ella permanecía agitada, pero de vez en cuando me lanzaba un guiño lascivo.

   —¡Qué no están viendo que es una puta! —Lamento haberlo dicho, pero no puedo tolerar las injusticias.

   Uno de aquellos seres se acercó, me tomó de la camisa y me dio dos bofetadas, menos dolorosas que la anterior.

   —¡Déjenlo! —Dijo la morena con su pitido. —No vale la pena.

   —Como usted diga, señor Conde, solo usted tiene tanta misericordia.

   Cuando el sol se escondía vi abordar a aquellas gentes y luego vi cómo la máquina se hundía en la selva. Pensé en las manos agitadas de mi padre.

   Cada tarde para un autobús. No sé si vuelva a abordarlo, creo que aquí se está bien. Quizá con un poco de suerte hasta logre desatarme.

lunes, 16 de enero de 2017

EL MITO

nos hallamos entre la maleza

cuando me adentré en el bosque

su canto era como el que escuchó Odiseo

atado con el hilo de la prudencia

una ninfa de los eucaliptos

bordada en la hierba

se asustó y plegó sus

alas entre la cucarda

trastocó su melodía

en el cascabel de la víbora

pero di dos pasos y ella pudo contemplar mi

humildad inerme:

solo tengo el verbo le dije

y vi sus ojos su piel como la luna temprana

los pequeños botones de sus

pechos donde picoteaba el quinde

vi sus pies acostumbrados al viento

desciende dije y le tendí mi mano

ven rogué y ella sonrió

<<muéstrame oh forastero lo desconocido

apuñálame con una nueva palabra>>

muchas veces he dicho <<carne>>

otras tantas he dicho <<lecho>>

pero esta vez precedió el trueno

a mi voz que cayó como semilla sobre

el campo cuando la lluvia anunciada

goteó desde las ramas hacia sus mejillas

el frío endureció sus muslos

y cayó rendida a los pies del árbol

no pude sostenerla

era como sostener una culpa

apenas con la yema de mi amor

rocé sus mejillas

<<oh forastero bebe sobre mi vientre

ya que el cielo precipita la vida

y solo queda el olvido>>

emergió de entre el heno una tropa

de gusanos que procedió a devorarla

como a un durazno

nada quedó del mito

tan solo un hombre emergiendo del descampado

y retornando a la calle bifurcada

DE CUANDO TODOMEO SABOREÓ EL PODER

       Tomaría una novela explicar cómo llegó Todomeo a ocupar el trono de la nación. Por ahora, basta decir que lo acompañó la ...