- Y quién tiene en su habitación unas cuchillas de esas características.
- Por ahí debiste empezar.
- Como dictan las leyes de la narrativa, primero se plantea el escenario: muy cerca de aquí, en una habitación con baldosas, madrugada de jueves en la que se niega a morir el miércoles. Se presenta a los personajes: Michael Julián.
- Y si mejor le ponemos Micke, para sintetizar.-Dice, mientras revuelve esa masa lechosa que su compañero moldeará en el círculo perfecto de las hostias.
- Micke programó otra ronda de ácidas baladas en su reproductor, se sentó junto a ella que lo miraba con amor. Se llamaba Marilyn. Pero los nombres no importan.
- ¿Cuándo se lo propuso?
- Ella ya lo sabía. Es decir, lo sabía y no lo sabía.
- Qué forma tan rara tienes para decir las cosas.
El más alto fue hasta el tomacorriente, revisó los enchufes y mientras el otro, el más rechoncho, expandía la masa, el primero reguló la temperatura.
- Entonces pensó que ella lo disfrutaría, que incluso querría más.
- ¡Un verdadero sádico!
- La amarró de manos a pies y antes de hacer lo que hizo, le dijo esto: cuéntame la historia de Rita, la última hija de Jesús.
- ¡Qué fabulador eres!
- Es una técnica narrativa, crear tensión a través de la ambigüedad y lo inesperado.
El de camisa gris encendió el ventilador y luego fue a sentarse junto a su compañero, el de sweeter azúl, que encendía un cigarrillo.
- ¿Y dices que todo eso ocurrió en verdad?
- En verdad- dijo sonriendo -pero tú sabes que no puedo revelar más, lo que se escucha en el confesionario se queda ahí.
- ¿Y qué pasó con Marilyn?
- Nunca se la volvió a ver. Sus familiares enviaron anuncios a la prensa y pegaron afiches en cada estación de autobús.
- ¡Vaya peliculón! Hizo que mi relato, el del joven onanista, parezca un cuento de niños.
El viento del ventilador revolvía sus cabellos. El de la nariz prominente levantó la plancha que expelía un aroma a santidad, mientras su compañero, más bien ñato, limpiaba los utencillos y los apilaba dentro del cajón.
- ¿Y Michael?
- Rezó un padrenuestro. Vive su vida normal, intenta no repetir lo de aquella vez, no volver a limpiar las navajas. Por eso cuenta esta historia en los confesionarios.
- Eso es aterrador.
- Entonces vamos a dormir.
- Apaga la luz, pero no el ventilador.
- Creo que debes probarlas. Quedaron en su punto.
El más moreno se quita el pantalón y lo dobla cuidadosamente en una de las sillas, luego extiende sobre el piso la estera. El más blanco apaga la luz.
- Ahora no podré dormir.
- Entonces cuéntame una historia más.
- No se me ocurre ninguna que supere la de Micke.
- Que tal la historia de Rita, la última hija de Jesús.
Por unos minutos reinó el silencio.