miércoles, 20 de mayo de 2015

CONFESIONES

- Y quién tiene en su habitación unas cuchillas de esas características.

- Por ahí debiste empezar.

- Como dictan las leyes de la narrativa, primero se plantea el escenario: muy cerca de aquí, en una habitación con baldosas, madrugada de jueves en la que se niega a morir el miércoles. Se presenta a los personajes: Michael Julián.

- Y si mejor le ponemos Micke, para sintetizar.-Dice, mientras revuelve esa masa lechosa que su compañero moldeará en el círculo perfecto de las hostias.

- Micke programó otra ronda de ácidas baladas en su reproductor, se sentó junto a ella que lo miraba con amor. Se llamaba Marilyn. Pero los nombres no importan.

- ¿Cuándo se lo propuso?

- Ella ya lo sabía. Es decir, lo sabía y no lo sabía.

- Qué forma tan rara tienes para decir las cosas.


El más alto fue hasta el tomacorriente, revisó los enchufes y mientras el otro, el más rechoncho, expandía la masa, el primero reguló la temperatura.


- Entonces pensó que ella lo disfrutaría, que incluso querría más.

- ¡Un verdadero sádico!

- La amarró de manos a pies y antes de hacer lo que hizo, le dijo esto: cuéntame la historia de Rita, la última hija de Jesús.

- ¡Qué fabulador eres!

- Es una técnica narrativa, crear tensión a través de la ambigüedad y lo inesperado.


El de camisa gris encendió el ventilador y luego fue a sentarse junto a su compañero, el de sweeter azúl, que encendía un cigarrillo.


- ¿Y dices que todo eso ocurrió en verdad?

- En verdad- dijo sonriendo -pero tú sabes que no puedo revelar más, lo que se escucha en el confesionario se queda ahí.

- ¿Y qué pasó con Marilyn?

- Nunca se la volvió a ver. Sus familiares enviaron anuncios a la prensa y pegaron afiches en cada estación de autobús.

- ¡Vaya peliculón! Hizo que mi relato, el del joven onanista, parezca un cuento de niños.


El viento del ventilador revolvía sus cabellos. El de la nariz prominente levantó la plancha que expelía un aroma a santidad, mientras su compañero, más bien ñato, limpiaba los utencillos y los apilaba dentro del cajón.


- ¿Y Michael?

- Rezó un padrenuestro. Vive su vida normal, intenta no repetir lo de aquella vez, no volver a limpiar las navajas. Por eso cuenta esta historia en los confesionarios.

- Eso es aterrador.

- Entonces vamos a dormir.

- Apaga la luz, pero no el ventilador.

- Creo que debes probarlas. Quedaron en su punto.


El más moreno se quita el pantalón y lo dobla cuidadosamente en una de las sillas, luego extiende sobre el piso la estera. El más blanco apaga la luz.


- Ahora no podré dormir.

- Entonces cuéntame una historia más.

- No se me ocurre ninguna que supere la de Micke.

- Que tal la historia de Rita, la última hija de Jesús.


Por unos minutos reinó el silencio.

domingo, 17 de mayo de 2015

SOBRE BELOVED, LA GRAN NOVELA AMERICANA

“Salvo el pedido de algún otro color, cultivó el mutismo… hasta la tarde del último día de su vida, en que se levantó de la cama, fue lentamente hasta la puerta del cuarto de servicio y anunció a Sethe y a Denver la lección que había aprendido en sesenta años de esclavitud y diez de libertad: en el mundo no había mala suerte sino blancos.”
Toni Morrison - Beloved

Tengo cierta reticencia por las historias de fantasmas. Pero decir que la novela Beloved de Toni Morrison es únicamente eso, sería pensar que la función privativa del sol es ser la bombilla del mundo.
Llegué a ella por un libro que todavía no he leído, con un título intrigante como todo el universo Bolaño: Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce. Perdido en los extraños caminos de la literatura, entre enlaces de Jim Morrison que aparecían en el buscador de internet, descubrí a Toni.
Intenté conseguir sus libros, no me conformé con entrevistas, reseñas y análisis de la web. Me llamaba el viaje de su literatura. No por el premio Nobel, ni por el Pulitzer, sino por la idea de una obra que germina en el asidero de una verdadera conquista.
Después de varios años, brilló la estantería de una concurrida librería.
Beloved significa amada y está ambientada en el último cuarto del siglo XIX, en el lejano Ohio. La situación inicial es enigmática: el 124 de Bluestone Road sufre de un maleficio. Los cristales se rompen, las ollas de garbanzo se voltean y sobre el pastel aparecen dos huellas de manos diminutas. La casa está habitada por Sethe, esclava cimarrona, y su hija Denver. Antes también vivió ahí Baby Suggs, la suegra de Sethe, que recibía con los brazos abiertos a cuantos llegaran en busca de ayuda, y los hermanos mayores de Denver.
En la línea temporal de la historia se suceden una serie de retrospecciones que armarán el enorme puzzle. Por qué Baby Suggs dejó de presidir la danza colectiva en el claro y no volvió a predicar La Palabra, para terminar recluyéndose en una habitación hasta el final de sus días, con la sola tarea de sustraerse en los colores. Por qué Sethe pagó una condena en prisión, con la todavía pequeña Denver. Por qué Howard y Buglar deambulaban temblorosos sin soltarse las manos y así huyeron del 124 para siempre.
Cada actante arrastra una historia desgarradora. Así, el trotamundos Paul D, considerado el último de los hombres de Sweet Home (propiedad feudal donde Sethe conoció a Halle, el padre de sus hijos, y que durante mucho tiempo fue un oasis en el desierto de la opresión), de quien se va reconstruyendo el milagro de la supervivencia que debe mucho a la suerte, entre mordazas de estaño y Alfred, Georgia, un campo de concentración para esclavos. El mismo que decidió detenerse junto a Sethe, besó el árbol de su espalda cicatrizada y la amó. Paul D logra espantar momentáneamente al fantasma, que luego regresa encarnado en la adolescente que habría sido Beloved, la hija menor de Sethe. Nombre improvisado sobre una lápida.
En el pasado de Baby Suggs, del anciano Stamp, de Paúl D y de personajes memorables, que solo viven en el marco de la analepsis, como Sixo, se van tejiendo las razones por las que Sethe decide asesinar a sus hijos (en uno de los episodios más conmovedores, cuando han llegado los blancos a sitiar el 124 en busca de la fugitiva). La Sethe-madre, que apenas conoció a la suya entre los sembríos de algodón,  enarbola en su memoria el futuro aciago del que todavía puede librarles.
Beloved es el fantasma de la estupidez humana, de tiempos en los que se discutía la existencia del alma de los negros. Sin embargo, no es una novela histórica, ningún personaje de la enciclopedia y ningún suceso en los libros de historia puede ser tan desgarrador, porque todos ellos son sombras del referente, su objeto es inaprehensible. Por el contrario, en la literatura hallamos, como dice Umberto Eco en sus confesiones, objetos semióticos que cuando están “bien construidos se convierten en ejemplos supremos de la <<verdadera>> condición humana.”(1)
Por lo que leer Beloved no implica reconstruir una etapa de la humanidad, sino vivir algo que sin duda es un apéndice de esa etapa que ha superado las fronteras del tiempo, pero de una manera afortunada, desde la estética de la escritora Toni Morrison, desde su orgullo de afrodescendiente, desde su condición íntima de negra que conquistó las cátedras norteamericanas y, por supuesto, desde otra filosofía social que cuestiona los derechos humanos mientras justifica la pena de muerte.
Muy lejos de cualquier resquicio de literatura comprometida, o de comprometida literatura comprometida, Beloved es un libro del que se puede sacar valiosas enseñanzas. Sin proponérselo inauguró en mí una nueva forma de postura moral que me gustaría, sin tener la capacidad de hacerlo, compartir con el mundo y me hace pensar que si acaso todos los hombres y mujeres del mundo lo leyeran, el sol dejaría de ser mi madrugada, mi fuente de energía, mi equilibrio gravitacional y se convertiría en el astro donde todos nos fundiríamos.


(1)    Eco, U. (2011). Confesiones de un joven novelista. (Primera edición). Barcelona: Random House Mondadori, S. A. 

DE CUANDO TODOMEO SABOREÓ EL PODER

       Tomaría una novela explicar cómo llegó Todomeo a ocupar el trono de la nación. Por ahora, basta decir que lo acompañó la ...